Translate

miércoles, 10 de agosto de 2016

DESTINOS CRUZADOS (Capítulo 4)



Llegó silbando hasta la posada de su hija. Apenas era consciente de que había sido incapaz de borrar la sonrisa de sus labios durante todo el trayecto desde la casona. Su vida había vuelto a dar un vuelco en cuestión de un par de días. Algo a lo que debía estar acostumbrado, pues su historia con Francisca estaba llena de altos y de bajos. De idas y venidas. Y aunque en ocasiones había pensado que no sucumbiría de nuevo a ese amor enfermizo, siempre regresaba al mismo punto de partida, que no era otro que junto a ella.

Cerró los ojos evocando la noche pasada. Después de haber creído que perdería a Francisca a manos de ese desgraciado de Cristóbal Garrigues, tenerla una vez más entre sus brazos había apaciguado algo de la rabia que sentía por dentro. Por su incomprensible e injustificada detención. La suya y la del resto de paisanos del pueblo, incluidos miembros de su propia familia. Apretó los puños al recordar cómo Francisca había caído ensangrentada frente a sus ojos, sin haber podido hacer nada por evitarlo.

No pudo hacerlo en aquel momento, pero se trataba de algo que no iba a dejar pasar tan fácilmente. Le haría pagar a ese malnacido cada golpe sufrido por su mano.

Volvió a recuperar la sonrisa perdida cuando recordó sus manos acariciando cada herida de su rostro. Con la misma suavidad con la que él había besado cada rincón de su cuerpo.

- ¿Debo intuir que su sonrisa junto con esa dicha que se adivina en sus ojos es  debido a mi persona? -. 

El simple hecho de reconocer su voz junto con el carácter burlón que destilaban sus palabras, logró que se le mudase el rostro. 

- Vaya, no me diga que no es así...-, prosiguió chasqueando la lengua en fingida decepción. - Me siento algo decepcionado -, fingió. - Pensé que se mostraría aliviado y hasta agradecido por haber sido liberado -.

Raimundo apretó con fuerza los puños hasta clavarse las uñas en las palmas de las manos, por no volverse hacia él y hacerle tragar sus palabras una por una.

- ¿Agradecido por haber sido liberado de una detención injusta? -, se giró lentamente hasta encararlo. - O ¿tal vez debería hacerlo por cada golpe que adorna mi rostro? -. Sus ojos refulgían de rabia contenida.

- Vamos Ulloa no se altere... ya sabe cómo funcionan estas cosas...-, comenzó a moverse en círculo alrededor de él.

- Pues no, no lo sé -, respondió. - Tal vez debería usted ilustrarme cómo se comportan los seres de peor ralea para poder comprenderlo -.

- Cuidado -, le advirtió Garrigues. - Le sugiero que no siga por ese camino si es que no desea buscarse problemas -.

Raimundo sonrió satisfecho. 

- ¿Problemas por decir lo que pienso? -, respondió. - ¿Acaso usted se da por aludido con mis palabras? -.

Garrigues avanzó unos pasos hacia él, con las manos enlazadas tras la espalda. - Me temo que no dispongo de tiempo para discutir de estos asuntos con usted, Ulloa. Mis obligaciones como intendente me llevan hoy hasta la casona -, dijo con toda intención, observando su reacción. Conteniendo su entusiasmo al vislumbrar la curiosidad y la inquietud en su rostro. - Pero no crea que sus insolencias caerán en saco roto -.

Raimundo pareció no haber escuchado esa última amenaza. Su corazón se había detenido al conocer el destino de ese hombre aquella misma mañana. 

- ¿La casona, dice? -, preguntó tratando de no mostrar su preocupación, aunque sin éxito. - ¿Y qué es lo que allí le lleva si puede saberse? -.

Garrigues comenzó a carcajearse mientras se ponía el sombrero. 

- No -, respondió. - No puede saberse -, sentenció mientras salía por la puerta.

Raimundo se había quedado con los pies clavados al suelo. Era imposible que él llegara a la casona antes que él, y así poder avisar a Mauricio. Quería que estuviera al pendiente de Francisca por si acaso esta corría peligro nuevamente.

Corrió hasta el teléfono de la posada. Era la única manera de poder advertir de la llegada de Garrigues.

- Chelo, soy Raimundo. Ponme con la casona, te lo ruego. Es urgente -.

……………..

- ¿Y qué es lo que se supone que quiere ahora ese hombre? -, preguntó Francisca a su capataz. - ¿Raimundo no te ha contado nada más? -.

El hombre negó con la cabeza. - Ni él mismo sabía qué es lo que pretende ese desgraciado presentándose ante usted, pero no duda de que poner en su conocimiento que venía hasta aquí era totalmente premeditado -. Mauricio se acercó hasta su señora. - ¿Por qué no se retira a su alcoba y me permite a mí recibirlo? Desconocemos sus intenciones… ¿y si pretende detenerla de nuevo? -.

Francisca bufó con desdén. - Si así fuera Mauricio, dudo mucho que tú o cualquier persona pudiera contenerle. La ley estaría de su parte -. Negó con la cabeza. - No, no creo que se trate de eso. De ser así no me hubiera liberado a las primeras de cambio para poder apresarme 24 horas después -. Inconscientemente, se abrazó por la cintura cuando recordó su mirada y sobre todo, aquella sonrisa burlona que tan nefastos recuerdos le traía.

- ¿Vuelve a encontrarse mal, Señora? -. Mauricio la tomó por el brazo, en un gesto del que se arrepintió casi de inmediato. Aquellas confianzas no eran propias de un capataz hacia su señora. - Disculpe mi atrevimiento. Estoy preocupado por usted -.

Ella suspiró. - Lo sé Mauricio, y te agradezco tu preocupación… es sólo que… -.

Interrumpió sus palabras cuando ambos escucharon el timbre de la puerta. 

- Márchese señora, déjeme a mí, se lo ruego -.

Ella se irguió, dispuesta a hacer frente a ese hombre que tanto le inquietaba. Deseaba conocer de una vez por todas qué era lo que pretendía presentándose en el pueblo.

- No Mauricio, no me esconderé -, afirmó orgullosa. - No es mi estilo, ya lo sabes -. Volvió su mirada hacia el capataz. - Necesito que te encargues de otros menesteres. Investiga todo lo que puedas de ese hombre. Su pasado, su presente… ¡todo! -. Bajó la mirada. - Quiero conocer de dónde proviene, quién… quién es su familia… -. Se estremeció al pensar en esa posibilidad que le aterraba. - Descubre todas sus miserias, Mauricio. Te lo ruego -.

……….

La venganza es un plato que se sirve frío. Muy frío. Y la suya había estado enfriándose pacientemente durante más de 40 años. Francisca se lo había arrebatado todo, casi desde que podía recordar. Y por fin había llegado el momento de cobrarse cada humillación y desprecio que había padecido por su causa.

La odiaba. Como jamás pensó que se podría odiar a alguien. Su resentimiento era visceral, nacido de lo más hondo. Y se había ido emponzoñando aún más a lo largo de los años. Con cada traición. Con cada mirada al fruto de sus entrañas, relegado siempre a un invisible segundo plano. Con cada interrogante que planteaba su inocencia infantil y a los que ella no podía dar respuesta.

Por eso se encargó de alimentar la semilla del odio que ella misma había plantado en su pequeño e inocente corazón. Logrando que aquel niño despierto de ojos castaños hiciera suya también su cruzada.

Acabar con aquella que le había arrebatado lo que era suyo por derecho.

Si tan solo él despertara... todo sería bien distinto. Pero su estado no había sufrido cambios desde hacía ya más de 30 años. Su otroro cabello negro como el azabache, no era ya más que una maraña de hebras grisáceas que ella misma se esmeraba en cepillar cada mañana. Su rostro, fuerte y varonil, estaba surcado de las cicatrices que otorgan los años... Y sin embargo, gracias también a sus continuos cuidados, su porte seguía siendo imponente. Aterrador. El mismo que Cristóbal había heredado.

Se acercó hasta la cama y empapó un paño en la jofaina que había sobre la mesita. Lo deslizó por sus mejillas. Por sus labios.

- Te haremos justicia, amor mío -, pronunció después de volver a dejar el paño humedecido sobre la mesa. - Tu nombre volverá a resonar entre los muros de la casona, Salvador -.

4 comentarios:

  1. ¡¡¡ME HAS RESUCITADOOO A SALVADOR CASTROOOO!!!
    ¡¡¡Aaayyyy Señoor!!! que me da un parrango de los buenos y no me levantan ni los costaleros de la Santa Cena ������
    Ya me tienes enganchada para el siguiente capítulos

    ResponderEliminar
  2. Lo leo y no me lo creo! Y ahora de seguro que ese maldito hasta despierta!
    Yo también estoy super enganchada, acabo de leer este trozo y ya no veo la hora de leer el siguiente!

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Despertará, por supuesto...!
      Gracias por seguir la historia!

      Eliminar